Ya en el siglo VIII a.C. Homero, padre de la literatura universal, daba testimonio en su obra La odisea de la importancia que tenía el aceite de oliva en los antiguos pueblos mediterráneos:
Detuviéronse las esclavas y, animándose mutuamente, hicieron sentar a Ulises en un lugar abrigado, conforme a lo dispuesto por Nausícaa, hija del magnánimo Alcínoo; dejaron cerca de él un manto y una túnica para que se vistiera; entregándole, en ampolla de oro, líquido aceite…
Curiosamente la cocina no fue su principal aplicación, aunque en la mayoría de las primeras recetas que se conocieron estaba presente y era utilizado en pequeñas cantidades como condimento, por su precio y por respeto a sus aplicaciones sagradas.
Dejando a un lado su extensa simbología, el aceite de oliva tiene unas propiedades objetivas: nutre y suaviza, conserva, aromatiza, impermeabiliza, es portador de luz y calor, calma, depura y limpia. Por eso acertamos al decir que este aceite fue uno de los primeros cosméticos utilizados en la antigüedad. Actualmente es utilizado en la elaboración de prestigiosos productos de belleza y es principio activo de numerosos medicamentos.
Ad salutem per oleum. A la salud por el aceite de oliva.